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Capítulo 1: Mi nacimiento

       Como discípulo del Dios Anutrof, me considero un tipo con suerte. Algunos perdieron a su familia, por algún lance del destino, yo no conozco tan siquiera quienes son. Pero, como ya he dicho, me considero afortunado. No todos pueden tener un primer recuerdo de su vida, una primera visión del mundo que te rodea, algo que yo si poseo:
       Mi vida, tal y como yo la conozco, comienza un 24 de Javián del año 602. Recuerdo abrir los ojos, y encontrarme con una realidad borrosa. Me froté la cara, y poco a poco todo se fue despejando. Pude ver el cielo, bastante despejado y con su particular color celeste, y poco a poco bajé la mirada, observando el lugar donde me encontraba. Estaba rodeado de mar, el cual batía sus olas realizando ese sonido tan propio. La calle era estrecha y adoquinada, y la gente pasaba por delante. Algunos me miraban brevemente de reojo, otros me observaban como apiadándose de mí,  otros ni eso. Me incorporé un poco más y continué observando, ya no pasaba tanta gente, lo que me permitió ver mejor donde estaba. Miré al otro lado de la calle, frente a mí, un anciano Anutrof estaba apoyado sobre su pala, mirándome fijamente mientras esbozaba una mediana sonrisa, pero sin abrir su boca. ¿Porqué me miraba así?. Movió su mirada hacia el suelo, yo hice lo mismo, allí había un pequeño saquito tirado, del cual salían un par de kamas. De nuevo cruzamos nuestras miradas, y, sin pensarlo, me abalancé hacia la bolsa de kamas. Segundos tardé en alcanzarla con mi mano, pero el debió de tardar milésimas en recogerla. Me pareció algo sorprendente, incluso llegando a ser un desafío para el protegido tiempo del dios Xelor.
       Levanté la mirada, el Anutrof estaba de espaldas a mí, lanzando la bolsa hacia arriba, y riéndose a carcajadas.
- Eres lento, chico - me dijo el anciano
- O usted demasiado rápido...
- Se giró, extendió su mano y me ayudó a levantarme.
- ¿Cuál es tu nombre?
- No sé señor...
- ¿No sabes? - preguntó extrañado – Yo me llamo Kristasgarf, ¿qué hacías ahí durmiendo?
- No sé...
- Vaya..., ¿qué hacemos contigo?
       Kristasgarf acarició su barba con la mano mientras observaba el mar, aunque su
mirada no parecía centrarse en algo concreto, parecía estar meditando. Las preguntas que me había hecho ese Anutrof me hicieron pensar..., ¿qué hacia yo allí?.
       Kristasgarf comenzó a gritar hacia un lado de la calle, mientras agitaba su mano.
- ¡Ancor! ¡Ven, acércate!
- ¡Voy!
       Un pequeño Xelor se acercó apresuradamente del otro lado de la calle. Sus ropajes eran
oscuros, pero su cara estaba cubierta de vendajes blancos. Su mirada era alegre, me extrañó algo en él. Su forma de correr era extraña, así como todos los movimientos de su cuerpo. Parecían estar..., sincronizados.
- Ancor, ¿qué hora es? - preguntó el anciano
- Las 13 ho-horas, 49 minutos y 36, 37, 38, 39...
- Si, si ya lo cojí Ancor – afirmó Kristasgarf, haciendo que Ancor deje de enumerar
. ¿Le hiciste cruzar toda la calle para preguntarle la hora? - pregunté
- Para un Xelor siempre es un pla-placer dar la hora, jo-joven – dijo Ancor – por cierto Kristasgarf, ¿quien es?
- Un amigo Ancor
- Mmmm, bu-bueno te dejo que me quedo sin ti-tiempo
- Adiós, y gracias Ancor – dijo el anciano, mientras Ancor se alejaba de nosotros –  es hora de comer..., ¡chico sígueme! – me dijo mientras señalaba hacia una parte de la calle
       Caminé tras él durante unos minutos, observando todo a mi alrededor. Por el camino llamó mi atención un gran edificio, decorado con kamas enormes en su tejado. En un momento llegamos a una zona plagada de gente, donde todos gritaban y donde era imposible caminar sin chocar con alguien. Kristasgarf paró ante un puesto de pescado, y comenzó a conversar con el dependiente, yo, mientras esperaba, seguí observando. Mis ojos se pararon en un joven que vendía pequeñas piezas de bisutería al lado del puesto de pescado. Me acerqué al puesto y me paré a observar los anillos y colgantes.
- ¿Quieres algo? - me preguntó el joven
- No, solo estaba observando...
- ¡Habichuela! - le gritó una mujer desde lejos
- Ups, ya me pilló
       El joven recogió sus cosas, las metió en su mochila y salió corriendo. Volví al puesto de pescado, y Kristasgarf ya había acabado.
- Vamos chico, ya casi llegamos
       Tras caminar unos minutos más llegamos a una pequeña casa. Kristasgarf abrió la puerta de madera, con algo de dificultad, y entró en ella.
- Entra y siéntate chico, prepararé algo de comer
       La casa estaba bien iluminada, decorada con muebles, en su mayoría, de madera. Al fondo había una pequeña cocina, a la que se dirigió Kristasgarf, y en el centro una gran mesa de madera de roble rodeada de bancos, en uno de los cuales me senté.
        Kristasgarf tardó poco tiempo en preparar la comida, un plato de pescado asado con algunas rodajas de limón. Se sentó frente a mi y comenzamos a comer. Tenía mucha hambre por lo que devoré el plato de comida como si fuera el último, llegando casi a atragantarme.
- Entonces, ¿no recuerdas nada de nada? - me preguntó Kristasgarf
- No señor
- Mmmm, no sé que hacer contigo... - pensó un momento, mientras hacía girar una moneda con una de sus manos, tocaba su barba con otra y miraba hacia una zona de la mesa sin llegar a ver nada - ¿te gustaría quedarte aquí conmigo chico?
       La verdad es que cabían pocas respuestas a esa pregunta, no sabía quien era ni de donde venía, por lo que tenía poca elección. Asentí con la cabeza.
- ¡Jaja!, bien chico, pues mañana comenzaremos tu entrenamiento
- ¿Mi entrenamiento?
- Si chico, te gustará. Pero primero debemos de buscarte un nombre...
       La actitud pensativa del anciano ya era familiar para mí, de nuevo volvió a lanzar una mirada perdida y a tocar su barba con una de sus manos. Su boca perfiló una sonrisa, parecía haber llegado a algo en claro.
- Siempre me gustó el nombre de Wisketti, ¿qué te parece chico?
- Bien...
- También necesitas apellidos, te pondré los mios
- ¿Cuales?
- Finiplus del Equipondio
- ¡¿Que?!
- ¡Wisketti Finiplus del Equipondio!, ¡jaja!, suena bien
- Pe...
- Ven chico – me cortó Kristasgarf - te enseñaré tu habitación
       El anciano se levantó de la mesa y caminó hacia unas escaleras situadas a mi izquierda. Al subir, vi un pequeño pasillo con dos puertas, una frente a la otra, y una ventana circular al fondo.
- Esta puerta lleva a tu cuarto, chico – me dijo mientras señalaba a la puerta de la derecha – y esta puerta al mio – señalando a la de la izquierda
       Se trataba de una habitación muy pequeña y vacía, en la que solo había una cama pegada a la pared del fondo.
- Esta habitación la tengo para las visitas..., pero ya nunca viene nadie así que, la prepararemos para tí
- Gracias señor
- ¡Por Anutrof! ¡jaja!, deja de llamarme señor, dime Kristasgarf, o mejor..., Kris
- Si, señ..., Kristasgarf
- Bueno chico, tengo que irme, te dejaré aquí. Puedes descansar un poco en tu cama o leer algún libro de la estantería de abajo
- ¿Leer?
- Vaya..., creo que tendré más trabajo contigo del que pensaba...
       Abandonó la sala, y yo me acosté en la cama, quedándome dormido en poco tiempo.
       Me despertó un jaleo procedente de la calle. Bajé las escaleras y me asomé por una rendija de la puerta. Se trataba del joven del mercado y de la mujer que le había gritado.
- ¡Mama es lo que me gusta!
- ¡Te vas a enterar!¡Entra ahora mismo en casa!
       Entraron en la casa de enfrente, aunque eso no hizo que se dejaran de escuchar gritos, aunque esta vez no era claro lo que decían. Ya estaba oscuro, y continuaba cansado, así que decidí volver a la cama.

1 comentario:

  1. :ooooooooooooooo muy buena!!
    att:amenon,lereinheart,lerainheart

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